Corrección política. En  la página  de Wikipedia se señala que la expresión  corrección política  (adjetivo:  políticamente correcto), P. C. por sus siglas (del inglés Political Correctness),   se utiliza para describir el lenguaje, las políticas o las medidas destinadas a evitar ofender o poner en desventaja a personas de grupos particulares de la sociedad. Tal expresión implica  evitar el uso del lenguaje o el comportamiento que puede verse como excluyente, marginador o insultante de grupos considerados desfavorecidos o discriminados, especialmente grupos definidos por sexo o raza. El uso denigrante actual de la expresión apareció de la mano de la crítica conservadora de la Nueva Izquierda a finales  del siglo XX, y  fue generalizado por una serie de artículos en el New York Times y otros medios a lo largo de la década de 1990, así como por lo señalado en los libros    The Closing of the American Mind, de Allan Bloom; Tenured Radicals (1990), de Roger Kimball;​ e Illiberal Education: The Politics of Race and Sex on Campus (1991), del   teórico de la conspiración   Dinesh D’Souza.            

Wikipedia continúa señalando  que los comentaristas de la izquierda política afirman que los conservadores utilizan el concepto de corrección política para restar importancia a  un comportamiento sustancialmente discriminatorio contra los grupos desfavorecidos y desviar la atención de él. La derecha política impone sus formas de corrección política para suprimir la crítica de los  electores a sus ideologías preferidas. La expresión  juega un papel importante en la confrontación de la cultura de conservadores y liberales en Estados Unidos.

¿Dónde y cuándo surgió la expresión políticamente correcto?

En un juicio de la Corte Suprema de Estados Unidos de 1793, Chisholm contra  Georgia, un juez mencionaba la fórmula para definir un brindis como “políticamente correcto”. Sin  embargo, fue en el siglo XX cuando se presentó esta expresión. En la década de 1930, su empleo era frecuente  en los círculos de la izquierda leninista para referirse a acciones o individuos que se avenían con los dictados del partido. El uso de estas dos palabras se impregnó de ironía: políticamente correcto servía para señalar socarronamente a aquellos que seguían a pie  juntillas, con fervor exagerado, la línea partidista.

En la década de 1980  se inicia una corriente  intelectual que recorre los campus universitarios y tiene decisiva influencia  en las portadas de revistas y periódicos en la década siguiente. El presidente George Bush en la Universidad de Michigan en 1991 habló de la defensa de la libertad en los campus frente a los censores de lo políticamente correcto. Se  organizan simposios y conferencias para debatir la cuestión y se suceden artículos periodísticos, como el de Richard Bernstein en The New York Times (1990), titulado   “El auge hegemónico de lo políticamente correcto”. En 1993, el comediante Bill Maher estrenó su programa televisivo Politically Incorrect.

El articulista español Antonio Guerrero escribió para el Diario de Almería que lo políticamente correcto no es lo correcto, sino lo populista y un auto de fe que demoniza lo que se grita en los márgenes. Cita que hoy en día  lo políticamente correcto se refiere a una ficción creada por el lenguaje fragmentario y populista con fines poco limpios y a la desconexión entre ideologías y realidades a la hora de plasmar máximas o eslóganes preparados para la aceptación social, lo que conduce a muchas hipocresías, obviamente. Enfatiza que esta expresión está dentro de las convenciones sociales basadas en los vínculos con el poder;  por ello, lo políticamente correcto se ha convertido en una dictadura, como se suele decir, y en un vehículo de censura. Así, se establece un dualismo entre el ser y el parecer, favoreciendo al parecer. Concluye que políticamente correcto tiene que ver con  la identidad personal y el producto cultural. Seguir los dictados de lo políticamente correcto implica ofrecer un producto, cosificado, y estar esclavizado a los índices de aceptación social, algo lejano a la sinceridad.

Políticamente incorrecto

La Real Academia Española de la Lengua (RAE)   ha decidido renovar su definición de la expresión  políticamente incorrecto   para incluir dos nuevas acepciones:   

  1. Que transgrede las normas socialmente aceptadas (en desuso).  
  2. Gilipollas.

 La expresión políticamente incorrecto  se empleaba para definir a personas progresistas que estaban dispuestas a contravenir la moral conservadora dominante alzando la voz en favor de los colectivos desfavorecidos, arriesgándose por ello al oprobio social o incluso a ser encarceladas.

La periodista y profesora de la Universidad de La Habana  Elaine Díaz señala que es políticamente incorrecto:

Por su parte, el catedrático de la Lengua  Española de la Universidad de Oviedo, José Antonio Martínez, en un discurso que pronunció en 2007 en esa casa de estudios   señala que el lenguaje políticamente correcto en otros ámbitos —la enfermedad y las discapacidades, los defectos corporales, los estragos de la edad, el trabajo y la economía (pobreza, emigración, esclavitud, hambre), el racismo y la xenofobia, la guerra y el terrorismo  y el sexo (homosexualidad, transexualidad, pederastia, prostitución)— se ha prodigado en el discurso de los políticos de todas las tendencias, y se ha propagado sin reparos ni crítica en todos los medios de comunicación. El principal reproche que se le hace puede concretarse en la siguiente frase de Eugenio del Río: “La extensión hoy de lo políticamente correcto se ha convertido en una enfermiza ocultación de la realidad a través del lenguaje eufemístico”.

José Antonio Martínez dice en tono fuerte en el  discurso que menciono que “los eufemismos de la lengua común suavizan nuestro contacto con los aspectos más desagradables de la realidad; los de los lenguajes científico-técnicos (medicina, economía, administración…) afinan diagnósticos y proporcionan la asepsia necesaria para tratar eficazmente una realidad patética y dura. La capacidad en parte ocultadora y   “filtrante” del eufemismo se ha aprovechado para hurtar la información y maquillar la cara más dura de la realidad. Un veneno en papel de regalo. Como el que nos ofrecen todos los días los medios de comunicación desde los frentes de combate: ataques selectivos (que no son sino asesinatos o actos de terror), bombas inteligentes (con capacidad para aniquilar certeramente al enemigo  pero que casi siempre tienen fallos estúpidos, y trágicos), daños colaterales (víctimas civiles que casualmente siempre están en el centro mismo del lugar del impacto). La  desigual posición de víctimas y verdugos del acto de terrorismo se equilibra y justifica mentirosamente en la denominación de lucha armada; lo que es una bestial carnicería por diferencia de raza, una matanza racista, queda soezmente pintada como una labor de higiene en la expresión políticamente correcta de limpieza étnica”.

El español  Manuel Ballester escribió para la Revista Americana y Española  La Ilustración Liberal  un artículo titulado “Lo políticamente correcto o acoso a la libertad”,   y señala que lo políticamente correcto remite a un modo de actuar y de hablar que se está imponiendo, no pacíficamente como si fuera una   moda nueva, sino que se trata de una imposición a base de legislación, que cuenta con un poderoso aparato censor y punitivo. Más allá de una concepción clara de qué es lo políticamente correcto, el autor se atreve a postular que reconoce ciertos comportamientos como políticamente correctos y otros como  incorrectos. Por ejemplo, decir: “Los ciudadanos y las ciudadanas se alegran de la llegada del verano” es políticamente correcto; mientras que la expresión “Ataúlfo es maricón” es políticamente incorrecta. Esto no es sino reconocer ciertas conductas (lingüísticas, en este caso) como correctas, adecuadas o no. Pero esto es distinto de  tener claridad en torno a qué es lo políticamente correcto.

La dimensión lingüística de lo políticamente correcto      

Continúa Manuel Ballester comentando que la dimensión lingüística  de lo políticamente correcto se caracteriza por la aparición de nuevos términos y de eufemismos para sustituir términos que puedan ser ofensivos por otros que suenen mejor. Desencadenado el proceso, no se sustituyen solo los términos ofensivos, sino que la dinámica misma de lo políticamente correcto lleva a la proliferación de más y más expresiones. Enfatiza que el aspecto más problemático del lenguaje políticamente correcto es el que está ligado a la ideología de género. El lenguaje políticamente correcto considera que el uso del genérico masculino para representar tanto a hombres como a mujeres es una expresión de sexismo en el lenguaje.

Algunas características de lo políticamente correcto   

Totalitarismo del pensamiento único Es un movimiento totalitario, una ideología que se considera la única postura válida;  que trata de imponerse sin argumentación, sin afrontar las razones contrarias, a las que, sencillamente, ignora o ante las que reacciona con descalificaciones (no con argumentos). Un rasgo propio de la actitud intelectual consiste en rebelarse ante la opresión totalitaria. En el partido, en la ideología, en el movimiento totalitario  bulle el bien absoluto; y lo hace en forma larvada, pues la configuración del mundo según la Idea siempre es ardua y solo se conseguirá tras la lucha final. Antes hay que detectar y aniquilar a los otros, al enemigo del progreso y del bien;  es decir: a todo el que no se alinea con el “movimiento”.
Maniqueísmo Todo totalitarismo que se precie se concibe a sí mismo como el bien o, mejor, el Bien.

El totalitarismo exige, en definitiva, no solo la posesión absoluta del bien y la verdad, sino la demonización del adversario.

La determinación de quiénes sean los buenos y los malos, que ha supuesto incontables fatigas a los filósofos morales del pasado, está finalmente resuelta de una vez por todas. Buenos son los débiles, los oprimidos, las minorías, los parias, las mujeres, los homosexuales, los emigrantes, los hijos (respecto a los padres), los alumnos (respecto a los profesores), los trabajadores (respecto a los patrones).   
Resentimiento La división del mundo en buenos y malos, con sus diferentes modalidades:   fuerte-débil, hombre-mujer, blanco-negro, europeo colonizador-indígenas, profesor-alumno, empresario-trabajador, sabio-ignorante, constituye   desigualdades, minorías. Respuesta  que Voltaire dio a Rousseau cuando éste  le envió su obra:

“He recibido su nuevo libro contra la especie humana y le doy las gracias por él. Nunca se ha empleado tanta inteligencia en el designio de hacernos a todos estúpidos. Leyendo su libro se ve que deberíamos andar a cuatro patas. Pero, como he perdido el hábito hace más de sesenta años, me veo desgraciadamente en la imposibilidad de reanudarlo”.

Nivelación La manipulación a través del lenguaje opera constantemente en lo políticamente correcto, de modo que esta nociva característica se expresa, naturalmente, por bellas palabras.

¿Quién que no sea “malo”, reaccionario, elitista, carente de sensibilidad social, etcétera,  estará contra la igualdad?

La izquierda maneja lo políticamente correcto, que es más coherente con sus tesis ideológicas. Pueden fijarse hasta qué punto el pensamiento único ha permeado todas las ideologías: la derecha habla de equidad, igualdad, nivelación;  son distintas designaciones para una misma realidad.
Victimismo vindicativo La minoría, oprimida por definición, es alentada en su resentimiento, en su odio de clase (en terminología decimonónica), de modo que se genera entre los desposeídos una mentalidad que podríamos denominar victimismo vindicativo. Basta pertenecer a una minoría (oprimida;  por lo tanto, injustamente oprimida, por supuesto) para pasar automáticamente a tener derecho frente al opresor.

Fuente: Revista Americana y Española  primavera de 2012. Autor Manuel Ballester: https://fundacionfaes.org/file_upload/publication/pdf/20130423223125lo-politicamente-correcto-o-el-acoso-a-la-libertad.pdf

La versión digital española de la publicación ABC Cultural,  en su edición del 3 de diciembre de  2018, publica el artículo titulado “Juicio a la corrección política: hablan los expertos”.  En entrevista a Mario Vargas Llosa, él  señala textualmente “que lo políticamente correcto es opinar no como realmente piensas sino arrastrado por la frivolidad, la cobardía o el oportunismo, acomodando tus pareceres a esa corrección política que se pretende implantar. Es una falta de sinceridad, de autenticidad, que, si se multiplica, convierte toda la vida, principalmente política, pero también social, cultural, en una caricatura, en algo impostado, en una falsedad sistemática en la que no se expresan convicciones genuinas. Únicamente posturas, poses”.

Continuando con la entrevista a Vargas Llosa, el afamado escritor  enfatiza que lo políticamente correcto tiene que ver sobre todo con la izquierda, más que con la derecha o el centro, y que esa postura “ha establecido unos parámetros de los que no puede salir una persona que no quiera acarrear impopularidad, desprestigio, por no estar en el sitio que se considera adecuado desde el punto de vista ideológico, moral, sexual, etcétera. Lo políticamente correcto va contagiando cada vez mayores sectores. Es una manera de imponer una censura discreta, disimulada, que no dice su nombre y que no te castiga físicamente, sino con el descrédito, en aras de una supuesta corrección. En cierta forma es una nueva inquisición”.

En esa misma versión digital se entrevistó a Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional de España,  quien dijo que “no hay ninguna cuestión políticamente correcta o incorrecta que no deba basarse en el convencimiento y las ideas propias. Si   [De lo contrario, se] provoca la pérdida de credibilidad que deben poseer las personas que nos representan [y] aquellos a quienes debemos acudir en la búsqueda de referentes. Por ello, la pregunta principal no es que alguien, con poder o influencia, decida lo que es políticamente correcto o no, sino que las sociedades avanzadas y democráticas sean capaces de educar a ciudadanos libres con capacidad de un pensamiento crítico propio basado en su capacidad de razonamiento y en el fomento de los valores que nos hacen mejores. Esto siempre, se exprese como se exprese, será lo políticamente correcto”.

¿Y por  dónde anda México?

El Instituto Mexicano para la Competitividad, por conducto de su vicepresidente del consejo,   Robert Newell, publicó para el diario Reforma   en febrero de  2017 un texto en el que se dijo que la expresión   políticamente correcto  es un anglicismo recientemente popularizado en México. Newell explicó que el  uso de un lenguaje más incluyente y la eliminación de expresiones ofensivas y denigrantes generaron cambios entre grupos sociales y causaron  que se mejorara el trato de sectores tradicionalmente desfavorecidos. Por ello, la comunicación y conducta políticamente correcta se extendió a la mayor parte de la sociedad estadounidense  hasta convertirse en norma. Comenta Newell que en ciertos entornos la corrección política se llevó a extremos increíbles, como fue el caso de la revisión de obras clásicas de la literatura y textos políticos fundamentales para eliminar frases o contenidos que ofendieran a ciertas minorías.    La ortodoxia de lo políticamente correcto se usó para descalificar a rivales y competidores políticos, y ello condujo a enfrentamientos estériles entre los defensores de la nueva ortodoxia y personas menos cautas que habían violado las normas de comunicación. Cita Newell que en algunos casos la corrección política fue un pretexto útil para perseguir a ciertas personas. Uno de los casos más notables fue el que motivó que Larry Summers tuviera que renunciar a la presidencia  de Harvard University por ofender a grupos feministas.

Continúa Robert Newell señalando que la nueva ortodoxia motivó a personas del extremo opuesto del espectro político a atacar todo lo que pudiera calificarse como “políticamente correcto”. En  opinión de Newell, esta reacción alimentó la popularidad política de Trump, quien en su campaña violó todos los cánones de lo políticamente correcto. Sus groserías y simplismos magnificaron la voz de grupos sociales agraviados por los cambios que habían transformado a EUA. Estos grupos resienten haber perdido influencia y prestigio en la sociedad estadounidense  actual. Lamentablemente, nos dice el autor del artículo, el ejemplo que impuso el mandatario de Estados Unidos  durante su campaña trascenderá y contagiará las elecciones de otros países. En Francia, eso ya está sucediendo;  y, cuando llegue el turno de México, seguramente no faltarán políticos que decidan imitar el estilo grosero y de enfrentamiento  del mandatario estadounidense.

Newell concluye que la civilidad es necesaria para vivir en paz. La corrección política puede parecer ridícula a muchas personas, pero en un contexto plural y heterogéneo la corrección política es sinónimo de cortesía y sensibilidad. Si hemos de evitar que las competencias políticas degeneren y se conviertan en violencia y conflictos abiertos, es indispensable que los políticos cuiden las formas y se conduzcan correctamente.

El periodista Hugo Páez escribió para la Revista Impacto.MX, con fecha 3 de agosto de 2016, el artículo titulado “México, el desmadre políticamente correcto”, donde  señala que “en estos días de 2016 nada se mueve fuera de lo normal que no presente riesgo para el Gobierno Federal,  hasta el cuarto Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. México podría definirse como un desmadre políticamente correcto  en el que los tres niveles de gobierno, gabinete federal, partidos, senadores, diputados, congresos locales, gobernadores, alcaldes, viven pendientes de lo políticamente correcto, y no de los problemas verdaderos del país. La toma de decisiones recae en funcionarios cuya prioridad es su futuro político, algunos tiradores a la presidencia, y no se moverán hasta los cambios en el gabinete que usualmente rondan el Informe. No arriesgarán movimientos bruscos que influyan en el ánimo del presidente.  La corrección política llevó a sostener a Javier y César Duarte y a Roberto Borge; ahora esa corrección habla de que su mismo partido-gobierno debe sacrificarlos para saciar al auditorio castigador, para el que pide sangre y golpeó al PRI en siete estados el 5 de junio”.

Hugo Páez concluye que esa misma corrección política abandonó a connacionales al garete de Estados Unidos durante lustros, pero el surgimiento de Donald Trump  obliga a una política exterior mucho más participativa, precisamente porque la corrección política así lo señala, no la realidad que mantiene a México en el desmadre, pero  eso sí, dentro de la corrección política.

En el sitio web http://mexiconuevaera.com/nacional/politica/2018/04/24/no-busco-hacer-lo-politicamente-correcto-lopez-obrador  se encuentra un artículo que cita que el candidato presidencial por la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, aseguró que no buscaba  llegar a la presidencia haciendo lo políticamente correcto, sino anteponiendo los principios y las convicciones, porque así se logrará la transformación de México. Cita también que en su primer acto de campaña de ese  día en el Estado de México AMLO detalló que “no vamos a llegar dejando trozos de dignidad en el camino; vamos a llegar con nuestra moral en alto. Si no se tiene autoridad moral, no se tiene autoridad política”. Entrevistado luego del acto, López Obrador confió en que “nosotros, en buena lid, vamos a ganar la mayoría en el Congreso; es decir, vamos a tener mayoría en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores”, y adelantó que se van a terminar los llamados “moches” a los legisladores.

El 31 de octubre de 2017 se publicaron en la página web del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) las palabras  del presidente de dicho consejo sobre la agenda de un México Mejor Futuro:  “México puede y debe ser un país más igualitario, en el que se ofrezcan más oportunidades de empleo y desarrollo para los jóvenes; donde las empresas generen bienes con mayor valor agregado y puedan pagar salarios más elevados; donde la economía sea más competitiva y nuestros negocios puedan seguir ganando terreno en los mercados internacionales. Tenemos problemas, sí; y tenemos que resolverlos, también. Pero no podemos quedarnos parados, detenidos, mirando al pasado; la solución está en ver hacia adelante y trabajar ahora por el futuro de bienestar que queremos. No podemos retroceder sobre el esfuerzo y el sacrificio que ya hemos hecho. Al contrario, avancemos, para que la suma de los éxitos de cada ciudadano, de cada familia y de cada empresa  se multiplique y se convierta en el éxito de todo el país. Para que cada mexicano, en su libertad de emprender, sea la base del desarrollo”.

El texto señala que el CCE propone cuatro pilares indispensables:

Economía abierta, competitiva e incluyente México no puede arriesgar la estabilidad porque ésa es la mejor plataforma que tenemos para ir hacia adelante.
Construir mejores condiciones de bienestar Profundizar la transformación de la educación, construir mejores servicios de salud, certezas para el retiro de los trabajadores y una mejor y mayor disponibilidad de infraestructura y servicios públicos. La inversión social tiene que estar vinculada a la actividad productiva para romper la trampa de la pobreza. A través del empleo digno  puede generarse bienestar sustentable para las personas, en el mediano y largo plazo. El empleo es la solución, y crearlo exige acceso a la justicia para todos.
Gobierno eficiente y transparente   Reingeniería del gasto público en el país  y un compromiso verdadero de los tres órdenes de Gobierno  con una mejora regulatoria: menos trámites y más sencillos. Los gobiernos tienen que gastar donde socialmente se necesita, y no donde convenga  políticamente.
Fomentar la innovación y la productividad. Tenemos que transitar de lo hecho en México a lo creado en México Se cuenta con el potencial para posicionar al país en  la vanguardia de la tecnología y ser parte de la nueva revolución tecnológica global. México debe avanzar hacia el futuro, a la par de las tendencias globales; aspirando a ser un país moderno, socialmente responsable y tecnológicamente competitivo.

Estimado lector, para concluir este artículo  me permito citar lo que se publicó en la edición del periódico Zacatecasonline.com.mx del lunes 11 de marzo.  La amplitud del contenido me obligó a realizar una síntesis, y la hice sin quitar la esencia de lo señalado. El autor, Juan Gómez, colaborador del periódico, señala que el presidente Andrés Manuel López Obrador lleva un estilo de gobernar disruptivo, ajeno totalmente a los parámetros de lo “políticamente correcto” con los  que han gobernado panistas y priistas en el país. “Se ha propuesto ser radicalmente distinto de todos sus antecesores, y su modelo a seguir es el emblemático juarismo de la Reforma. Decide no vivir en Los Pinos y rechaza viajar en el avión presidencial. Reparte abrazos y sonrisas, saluda y da palmadas a sus conocidos. Disfruta las concentraciones masivas, los tumultos, los apretujones, las porras, la matraca y los silbidos; los gritos y el sol”.

Juan Gómez dijo que algunos  medios de comunicación empezaron a hacer el recuento de los estados en donde los gobernadores eran sometidos a la prueba del ácido político. Se contabilizó  hasta la semana pasada a 15 mandatarios que fueron humillados en sus plazas públicas; e incluso se publicó en redes sociales un supuesto documento con el logotipo de Morena en el que se daban instrucciones precisas para abuchear a los mandatarios y aplaudir al presidente. En Guadalajara, el presidente rectificó: “Hay que dejar a un lado los rencores. Ya chole la politiquería; la grilla ya me tiene hasta el… copete”.     

Juan Gómez continúa señalando que, a pesar de la permanente exhibición ante los medios y del cuestionamiento en las redes sociales, el presidente López Obrador no ha registrado un deterioro agudo en su popularidad. Cita que, según empresas encuestadoras, no tiene una pronunciada caída en la aprobación de los mexicanos. Parametría le da el   puntaje más alto al posicionarlo en 86 por ciento de apoyo ciudadano, y Consulta Mitofsky le dio 67 por ciento, 19 por ciento de diferencia entre los resultados de ambas encuestas.

Tengo un presentimiento sobre lo políticamente correcto. Lo odio. Esto nos lleva a mentir en silencio en vez de decir lo que pensamos.

Hal Holbrook

Víctor Araiza Martínez es director general  de la Asociación de Funcionarios del Sector Asegurador (FUSA)  y colaborador de Revista Mexicana de Seguros y Fianzas y El Asegurador.

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